domingo, 6 de abril de 2014

La guerra contra Napoleón, El sargento Furia


El sargento Furia, un héroe de la Independencia

La factoría Bruguera presentaba en 1962 un nuevo personaje de tebeo que vivía sus aventuras en el marco de la guerra de la Independencia de España contra la invasión napoleónica. Su nombre era el Sargento Furia, de corta vida editorial, pues sólo se publicaron 36 números, que salían cada semana, hasta enero de 1963. Reeditada por Glénat, la colección por fin ve la luz al completo en un único volumen que, en este formato, permite una agradable recuperación a los incansables coleccionistas de historietas clásicas.

Sin grandes novedades, excepto el dibujante, un joven de 25 años llamado Joan Escandell, mientras que el guión corría a cargo del entonces veterano escritor Cassarel (José Antonio Vidal Sales). Los personajes seguían el modelo habitual de las historietas de aventuras recogidas en cuadernillos. Es decir, un héroe que da nombre el tebeo y, a su alrededor, otros ilustres varones y hembras que cumplían la misión de secundarios. Basta con echar un vistazo a otros tebeos famosos de las décadas de los 50 y 60, para darse cuenta de cómo el ingenio agudizaba a los creadores para no caer en reiteraciones. No hacían falta muchas disgresiones para adaptarlos a la época en que corrían sus aventuras con mayor o menor anacronismo.

El Sargento Furia estaba acompañado por un joven llamado Tamborín, un forzudo de nombre Pata de Hierro y la madura y fornida Juana la Brava. El honor de supuesta novia del suboficial español correspondía a Inés de Requejo, hija del patriota Corregidor de Alcalá. En el bando enemigo se alineaban el Coronel Corbeau, el Capitán Besanmont o la Condesa de Nevers, a quienes se añadían personajes atípicos que correspondían al ámbito de la maldad, lo fantástico o lo curioso. En fin, que mucha gente pudo informase alegremente de una de las últimas invasiones de España por tropas extranjeras, antes de leerlo en los doctrinarios libros de historia de la época. 
Conclusión: la fantasía de dibujante y el mensaje del guionista, con ayuda de la censura, acercaban con tono diferente la visión -en historietas- de la supuesta gesta de la Independencia, que en nada se parecía a la que muchos años atrás recogió Goya en sus Desastres de la guerra.






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