martes, 29 de septiembre de 2015

Antonio Mingote, en el diario ABC y suplementos





















Ángel Antonio Mingote Barrachina (Sitges17 de enero de 1919-Madrid3 de abril de 2012)





58 años de diario prodigio en ABC

A. A.
El dibujo diario en ABC ha constituido el trabajo constante y, en definitiva, el más satisfactorio para Antonio Mingote. En el recuadro de ABC, ese pequeño huerto que labraba con mano sublime, prodigiosa y maestra desde el caluroso mes de junio de 1953, es donde Antonio Mingote ha volcado lo mejor de sí, su diaria inquietud, su desfallecimiento a veces, el fruto -madurado- de su afán por hacerlo cada día un poco mejor. «Es con los chistes de ABC con los que he conseguido el aprecio y la amistad de muchas personas, y de otras que no por desconocidas dejan de contar con mi reconocimiento y mi dedicación».
Entrar en ABC fue para Antonio Mingote una emocionante peripecia: «Llegaba con la pretensión de ocupar el puesto que desde la muerte del mítico, inolvidable Xaudaró no había ocupado nadie de modo permanente. Fui aceptado y en estos cincuenta y ocho años se estableció entre ABC y yo una ligazón sentimental más que laboral. Aquí encontré siempre comprensión, amistad y lo que es muy importante: libertad. Soy afortunado», confesaba.
Doctor Honoris causa en la cuna de Cervantes, por la Universidad de Alcalá de Henares, y también por la Rey Juan Carlos, ¿ha sido un historiador del pueblo? «Llega el peligroso momento de las definiciones. ¡SOCORRO! -despejaba con gran ironía don Antonio-. El humor gráfico de antes y el de ahora y el de siempre es procurar el goce, disfrute o entretenimiento de quienes gozan disfrutan o se entretienen con el humor gráfico. Si de paso se aclara algo a alguien o se descubre algo a alguien pues miel sobre hojuelas (que no sé muy bien lo que quiere decir).
El humor gráfico puede ser un buen complemento para los historiadores, como reflejo de la mentalidad nacional. Los humoristas nos limitamos a decir lo que todo el mundo piensa, pero no todos saben o quieren o pueden decirlo».
Mingote seguía siendo tan genialmente desprendido como cuando de militar tenía un sueldo de 333,33 pesetas y se lo daba a su auxiliar para pagar cafés. Y en latín andaba muy fino. Así declinaba las palabras Isabel Vigiola: «Todo, de todo, para todo, ¡oh, todo!, con de por sin sobre tras todo». Como él.
Publicado en el especial dedicado a Mingote del diario ABC



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